Ser entrenador de niños y adolescentes

Los niños y adolescentes son uno de los sectores de la población que más activos permanecen en su día a día. Mantener un estilo de vida activo es algo siempre recomendable a cualquier edad, pero en el caso de personas jóvenes resulta muy adecuado enfocar esta actividad hacia el ámbito del deporte.

Durante estas edades es muy importante desarrollar el sentimiento de autoestima, de superación, de esfuerzo para obtener una recompensa… y el deporte es algo que permite adquirir estos hábitos.

Evidentemente, el trabajo físico que se debe realizar en estas edades no es el mismo que realizaría un adulto; es más, el trabajo físico a realizar por un niño de 9 años tampoco será el mismo que realice un adolescente de 17 años.

Ante este hecho, para cualquier profesional del mundo del deporte como puede ser un entrenador personal, licenciados en ciencias de la actividad física, graduados en TAFAD… resulta muy conveniente saber cómo gestionar un grupo formado por personas de estas edades y, así, poder establecer una rutina de trabajo y entrenamiento adecuada.

Entrenar a niños y a adolescentes ¿Qué se debe saber?

Cuando hablamos de niños y adolescentes nos estamos refiriendo a jóvenes entre 8 y 13 años (niños), y entre 13 y 18 años (adolescentes).

El entrenamiento orientado hacia este tipo de personas va a contar con una serie de particularidades, ya que se encuentran en pleno periodo de crecimiento y ello hará que la metodología a aplicar por parte de un entrenador no sea la misma que en las personas adultas.

Así mismo, tampoco va a requerir seguir la misma metodología el entrenamiento orientado a un niño de 9 años, que a un adolescente de 16; por lo que cualquier entrenador que maneje alumnos o grupos de alumnos de estas edades deberá conocer una serie de conceptos y premisas para poder orientar, de manera específica, el entrenamiento a cada persona o grupo.

Aspectos a tener en cuenta

Un entrenamiento orientado para niños tendrá los mismos objetivos que para cualquier otra persona, es decir, desarrollar la fuerza, resistencia, velocidad… pero se deberá trabajar de manera específica con ejercicios adaptados a su anatomía, y teniendo en cuenta que se encuentran en una etapa de crecimiento.

Por ejemplo, a la hora de trabajar con pesos libres se debe tener en cuenta no someterlos a grandes cargas, siendo adecuado que no superen el 50% de su 1RM.

Se debe buscar trabajar grandes grupos musculares mediante ejercicios multiarticulares, y conforme el niño va adquiriendo experiencia en el entrenamiento, incluir poco a poco, ejercicios monoarticulares.

El número de repeticiones a realizar deberá ser elevado (entre 12 y 15), y viendo la evolución del alumno ir bajando poco a poco.

En el caso de niños muy pequeños, en lugar de trabajar con peso libre se puede enfocar el desarrollo de la fuerza mediante juegos con los cuales, además, se divertirán y permanecerán mucho más implicados en el entrenamiento.

Pueden emplearse también elementos como balones medicinales, cintas elásticas, fitballs adaptados a ellos que permitirán realizar todo tipo de ejercicios y juegos, aportando una gran variedad a sus entrenamientos.

El uso de aparatos de ejercicio cardiovascular también se debe incluir en el entrenamiento de los más pequeños, especialmente si no realizan cualquier otro tipo de actividad de carácter aeróbico, como puede ser el fútbol, baloncesto, natación…

Evidentemente, se deberá tener en cuenta que los niños, como cualquier otra persona que no ha realizado nunca ejercicio físico con regularidad, deberán realizar un periodo de adaptación para que se acostumbren los músculos y tendones.

En cualquier caso, al tratarse de personas muy jóvenes, la supervisión por parte del entrenador ha de ser constante, verificando que realizan los ejercicios correctamente y ajustando el peso adecuado para evitar cualquier problema o lesión.

El trabajo en adolescentes, especialmente en aquellos que ya han pasado de los 16 años, puede ser algo más exigente que en los niños.

Cuanto más edad tenga el alumno, mayor esfuerzo físico y mayor % de RM podrá emplear para el trabajo muscular.

Principios del entrenamiento infantojuvenil

Como ocurre con cualquier otro tipo de entrenamiento, se deben tener presentes una serie de principios que van a permitir desarrollar todo el proceso, a los largo de los días y de las semanas, de una manera ordenada, segura y efectiva:

  • Principio de progresión: se debe tener presente que el objetivo final a alcanzar debe recorrerse a través de un camino en el que, poco a poco, se vaya incrementando el esfuerzo a realizar, y respetando los periodos de adaptación muscular y articular.
  • Principio de regularidad: cuando se trata de un entrenamiento de niños y adolescentes, la frecuencia con la cual deben entrenar semanalmente será de 2 o 3 sesiones, pudiendo llegar a 4 ya en edades más avanzadas.
  • Principio de sobrecarga: cuando se realiza un entrenamiento, el esfuerzo realizado siempre debe ser mayor al esfuerzo realizado durante el resto del día, de lo contrario, nunca se producirá una adaptación muscular y orgánica al estímulo que supone esa sobrecarga.
  • Principio de socialización: realizar diferentes actividades deportivas en compañía de otros niños y niñas supone fomentar las relaciones entre personas desde una edad muy temprana, el sentimiento de pertenencia a un grupo, el trabajo en equipo…
  • Principio de supervisión: Cuando hablamos de personas de corta edad o muy jóvenes, en todo momento debe existir la supervisión del entrenador a cargo de las mismas para corregir, explicar y verificar que todo transcurre de la manera adecuada.

¿Quién puede entrenar a niños y a adolescentes?

Como es lógico, la persona adecuada para confeccionar y dirigir un entrenamiento orientado a niños y adolescentes será aquella que cuente con una formación que le haya proporcionado los conceptos y pautas necesarias para tratar con este tipo de alumnos.

Por lo general, los entrenadores personales, y todos aquellos que ya cuentan con alguna formación previa como puede ser TAFAD, graduados en ciencias de la actividad física y el deporte, profesores…. no han cursado, de manera específica, un módulo dedicado al entrenamiento de niños y adolescentes.

A la hora de gestionar grupos de población específicos siempre va a resultar necesario contar con algún tipo de formación que nos permita saber cómo orientar el entrenamiento, que tipos de ejercicio y rutina se debe realizar, cuáles son los esfuerzos máximos que se deberán buscar… en definitiva, todo aquello que permita a un entrenador saber cómo obtener los mejores resultados de una manera segura y adecuada.

Por todo ello, la persona adecuada para poder entrenar a niños y adolescentes será aquella que, además de contar con una formación base, cuente también con una formación específica acerca del entrenamiento sobre este sector de la población.

Cualquier profesional del mundo del deporte debe saber adaptar su trabajo al tipo de cliente o alumno con el cual va a trabajar. Para ello siempre va a ser conveniente formarse en todos aquellos nichos específicos que requieren un trabajo particularizado, como son los niños y adolescentes, tal y como estamos explicando en este artículo, o mujeres embarazadas y madres recientes, deportistas que han padecido una lesión

¿Por qué es bueno que los niños y adolescentes practiquen deporte?

Cada vez es más habitual encontrar hábitos sedentarios en diferentes sectores de la población, y resulta preocupante que entre estos sectores se encuentre el de personas jóvenes en edad de aprovechar su tiempo y su físico en realizar todo tipo de actividades al aire libre, deportivas…

Videoconsolas, teléfonos móviles, juegos en red a través de Internet… son elementos y actividades que han ido sustituyendo los juegos en la calle y las actividades deportivas en los jóvenes de nuestra sociedad actual.

Practicar deporte siempre va a ser algo recomendado a cualquier edad, desde niños hasta ancianos, cada uno dentro de sus posibilidades, otorgando los siguientes beneficios a los más jóvenes de nuestra sociedad:

Ayuda a controlar el peso y a prevenir la obesidad

Existen muchos casos en los que se observa la presencia de abundante comida rápida, bollería o dulces en la alimentación de los niños y de los adolescentes.

Incluir algunos alimentos de este tipo es normal a estas edades, siempre y cuando se respeten unos límites en las cantidades y en la frecuencia con la cual se ingieren.

La actividad física produce un efecto positivo en lo que a composición corporal se refiere, ya que reduce la cantidad de grasa, fomenta el desarrollo del músculo, mejora la sensibilidad a la insulina y permite acelerar el metabolismo-

Ayuda a la prevención de la diabetes tipo II

Como acabamos de comentar, es muy habitual que los niños consuman una mayor cantidad de dulces, gominolas, bollería… y ello supone el aporte al organismo de una elevada cantidad de azúcar.

El aporte excesivo de este elemento puede terminar derivando en el desarrollo de patologías como puede ser la diabetes tipo II, además de propiciar la acumulación de grasa en el cuerpo.

Lo primero que se debe apuntar es que cualquier exceso en la dieta va a ser perjudicial; y lo segundo, es que en los casos de aportes puntuales de alimentos “hiperazucarados”, el hecho de practicar con regularidad una actividad deportiva permitirá minimizar los efectos que va a tener el azúcar en el organismo, ya que se mejora la sensibilidad a la insulina.

Ayuda a mejorar la salud ósea

Existe la creencia de que el entrenamiento con pesos libres en niños intervendrá, de manera negativa, en su crecimiento y en la salud de sus articulaciones. No existen evidencias científicas de esta teoría, es más, este tipo de entrenamientos ayudan a fortalecer sus huesos.

La niñez y la adolescencia son etapas en las cuales la densidad ósea va aumentando, llegando a alcanzar un pico cercano al 50% del que total con el que se contará en la edad adulta.

Llegar a alcanzar la máxima densidad ósea posible será algo muy conveniente de cara al futuro para prevenir problemas relacionados con la osteoporosis, artrosis… y el ejercicio físico y los entrenamientos con pesos libres intervienen de manera positiva en este refuerzo.

Permite mejorar habilidades como la fuerza, resistencia, velocidad, coordinación, reflejos…

Fuerza

Se trata de una cualidad que se puede empezar a trabajar a partir de los 14 años. A partir de esta edad, cuanto más mayor sea el adolescente, mayores serán los avances y resultados obtenidos.

El aumento de la fuerza ofrecerá, también, beneficios en otras actividades deportivas que practique el alumno, como judo, fútbol…

Resistencia

En estas etapas de crecimiento se observa un aumento de la capacidad de la resistencia debido al aumento de tamaño de los corazones y de los pulmones. Esto permite realizar un mayor gasto cardíaco y contar con un mayor volumen inspiratorio.

El trabajo físico durante esta etapa permite que estos órganos se vean reforzados y se habitúen a los esfuerzos y situaciones propias del deporte.

Velocidad

Mantener los músculos activos mediante la realización de diferentes actividades deportivas va a permitir el trabajo de las diferentes fibras que componen estos músculos, mantener activas las articulaciones…

Con ello se permite el mantenimiento de esta cualidad, la cual, si se entra en una dinámica de vida sedentaria, se irá perdiendo poco a poco.

Coordinación y reflejos

En función del tipo de actividad física que se entrene estas cualidades se van a ver más o menos implicadas.

Trabajar la coordinación de movimientos supone, además de implicar a los músculos y articulaciones, incluir a la mente, algo fundamental  en estas edades en las que se requiere mantener la mente entrenada para que sea capaz de rendir al máximo en el ámbito de los estudios.

Ayuda a mantener elevada la autoestima y la confianza en uno mismo

El hecho de practicar cualquier actividad física permite al niño y al adolescente mejorar su aspecto físico, además de hacerle ver hasta dónde es capaz de llegar en cuanto a resultados se refiere.

Cualquier joven que entrene con constancia notará, con el paso del tiempo, una mejora a nivel físico que reforzará su confianza y le permitirá afrontar con mayor seguridad las situaciones de su día a día.

Permite establecer unas bases y hábitos saludables

Todo aquello que se comienza a hacer a una edad temprana siempre a va resultar menos costoso que hacerlo cuando ya se es adulto. Además, es muy probable que los hábitos adquiridos de sacrificio, esfuerzo y constancia durante la niñez, así como el gusto por el deporte, se mantengan en la etapa adulta.

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