Los alimentos, como bien sabemos, son la fuente de energía que empleamos y nos proporcionan, además de esta, vitaminas y minerales necesarios para el correcto funcionamiento de nuestro organismo, por lo tanto, alimentarnos de forma adecuada es algo fundamental y totalmente necesario para gozar de un excelente estado de salud, además de para obtener un rendimiento físico adecuado.
Resulta conveniente conocer que existen algunos componentes de los alimentos a los cuales determinadas personas pueden presentar intolerancia, es decir, problemas a la hora de digerirlos y que, durante este proceso de digestión, provocarán sensaciones incómodas y otros problemas.
Es posible que tras la lectura de este artículo encontremos la explicación a algunos problemillas surgidos tras las comidas que nos llevan incomodando desde hace tiempo.
¿Qué es la intolerancia a un alimento?
Se trata de una reacción adversa de nuestro metabolismo en el momento de digerir ciertos componentes presentes en los alimentos, pero sin que exista, en la mayoría de los casos, una participación del sistema inmunológico. Este último tan solo interviene en un tipo de intolerancia: al gluten.
Normalmente, la intolerancia se debe a la falta de determinados componentes en nuestro sistema digestivo, los cuales son necesarios para digerir, asimilar y aprovechar algunos alimentos o sustancias que componen los mismos. La falta de estos componentes en el sistema digestivo bien se puede dar por causas genéticas, o bien porque se han ido perdiendo con el paso del tiempo o a causa del padecimiento de otras patologías.
El desconocimiento de estos problemas nos puede llevar a sufrir un deterioro progresivo de nuestro estado de salud, además de padecer molestas sensaciones.
Para conocer con certeza que padecemos algún tipo de intolerancia, lo adecuado es realizar un test de intolerancia alimenticia, el cual nos prescribirá un endocrino, dietista o nutricionista. Estos test pueden consistir en la extracción de una muestra de sangre, sobre la cual se analiza la reacción de anticuerpos a los alimentos y a ciertos componentes presentes en ellos, o del sometimiento a diversas pruebas las cuales determinarán si somos o no intolerantes a una determinada sustancia.
Es posible que, en un elevado número de ocasiones, se confunda la intolerancia a un alimento con la alergia a ese mismo alimento, pero debemos saber que se trata de dos cosas distintas:
Alergia a un alimento: se trata del caso en el que un determinado componente de un alimento da lugar a una reacción inmediata, o casi inmediata, con manifestaciones tales como erupciones, urticarias, vómitos, diarreas, hinchazón de labios y párpados… Una alergia puede llegar a ser un serio riesgo para la salud, llegando, en algunos casos extremos, a producir la muerte.
Intolerancia a un alimento: patología más complicada de detectar, en la que los síntomas, además de ser más suaves, suelen aparecer transcurridas unas horas desde la ingesta, abarcando desde el momento de la digestión hasta horas después de esta. Los síntomas más habituales son malestar estomacal, gases, distensión abdominal, diarreas…
Una vez definida de forma genérica en que consiste la intolerancia a ciertos alimentos, describiremos aquellas que son más habituales entre la población.
Intolerancia a la lactosa
La lactosa es un hidrato de carbono simple, o azúcar, compuesto por glucosa y galactosa, que se encuentra de forma natural en la leche y en los productos derivados de los lácteos. De hecho, es la responsable, en numerosas ocasiones, del contenido en azúcar que figura en la información nutricional de determinados productos.
Para poder digerir y metabolizar de manera adecuada este componente, es precisa la presencia de la enzima lactasa, la cual se debería encontrar en la vellosidad del intestino delgado, por lo tanto, aquellas personas incapaces de sintetizar esta enzima, o suficiente cantidad de esta, serán las que presenten intolerancia a la lactosa.
Las personas intolerantes a la lactosa presentan una serie de síntomas y efectos comunes en la mayoría de los casos, que se manifiestan entre los 30 minutos y las 2 horas posteriores a la ingesta de la misma. Así pues, los más comunes son la presencia de gases, ruidos intestinales y la aparición de distensión abdominal. Entre los efectos menos frecuentes y más serios encontramos el padecimiento de diarreas, vómitos y, en menor medida, erupciones cutáneas.
El hecho de padecer intolerancia a la lactosa puede deberse a diversos motivos, entre los que se encuentra la componente genética o hereditaria, y que suele aparecer en la edad adulta; la componente temporal, debida a factores que interfieren en la producción de la enzima lactasa, como pueden ser infecciones gástricas, alimentación deficiente o tratamientos médicos; por último, el factor congénito, que afecta a una determinada raza, la cual se manifiesta a edades muy tempranas.
En el caso de personas deportistas, el hecho de padecer intolerancia a la lactosa puede suponer un problema añadido, ya que ciertos productos, tanto naturales como industriales, como por ejemplo la proteína de suero de leche, útil para la creación de masa muscular y recuperación de la misma tras un esfuerzo intenso, es posible que contengan una cierta cantidad mínima de la misma, que podrá provocar problemas en aquellas personas más sensibles.
También es posible que los síntomas descritos anteriormente se den solo cuando los lácteos se consumen durante el desayuno, antes de iniciar un entrenamiento o competición, con las consecuentes molestias posteriores durante la misma.
Actualmente existe una amplia gama de productos lácteos sin lactosa, los cuales serán los indicados para este grupo de personas, ya que el aporte de calcio y otros micronutrientes que realizan resultan indispensables para lograr una alimentación óptima. En el caso de optar por un sustituto de la proteína de suero, debemos saber que existen suplementos a base de proteína de huevo, de soja, de guisante, e incluso de carne de vacuno.
Intolerancia al gluten
El gluten es una glicoproteína que se encuentra en un gran número de cereales (trigo, avena, espelta, centeno, cebada, kamut y escanda), y que a nivel alimentario se utiliza en panadería, bollería y pastelería como sustancia aglutinante para poder otorgar consistencia a los productos elaborados. Sin embargo, existen ciertos cereales libres de este elemento, como es el caso del arroz, maíz, mijo, quinoa o amaranto, y otros alimentos como las patatas o los frutos secos.
Además de ser utilizado en panadería, el gluten también se emplea en la elaboración de diversas salsas, platos preparados, dulces, chocolates o fiambres, por lo que se debe prestar especial atención a la composición de todos estos productos.
La intolerancia al gluten es lo que se conoce como enfermedad celíaca, y se trata de una intolerancia permanente. De la misma forma que ocurría con la intolerancia a la lactosa, esta intolerancia también se debe a la atrofia de la vellosidad del intestino delgado, que imposibilita o dificulta en gran medida la digestión de este componente.
Cuando una persona celíaca ingiere algún alimento con gluten, se producirá una respuesta autoinmunitaria que provocará la inflamación de las mucosas presentes en el intestino delgado. El problema radica en que dichas mucosas son las que intervienen en la absorción y asimilación de los nutrientes de los alimentos, por lo tanto, a raíz de este problema, se pueden generar muchos otros más.
La intolerancia al gluten se manifiesta con diversos síntomas, entre ellos diarreas, náuseas, vómitos, pérdidas de peso, anemias y, en el caso de los niños, problemas en el crecimiento. La deficiente absorción de nutrientes debido a la inflamación de las mucosas intestinales puede producir otras complicaciones como facilidad para la realización de hematomas, sangrado nasal, picores cutáneos, caída del cabello, llagas bucales, problemas a la hora de regular el ciclo menstrual, calambres musculares y la propensión a desarrollar también intolerancia a la lactosa.
En casos en que una persona deportista sea celíaca, no quedará mas remedio que seguir una dieta libre en gluten, de forma que se tendrán que optar por cereales como el arroz, el maíz, el mijo o la quinoa.
Debemos saber que no solo existe la intolerancia al gluten, la sensibilidad al gluten no celíaca es otra patología causada por este elemento en personas cuyo diagnóstico de la enfermedad celíaca ha resultado negativo. En este caso, además de existir problemas a nivel digestivo en forma de gases, hinchazón abdominal o diarreas, también aparecen otros problemas a nivel físico como son un estado de cansancio generalizado, dolores articulares y musculares, y dificultad para alcanzar el estado de concentración.
La sensibilidad al gluten no celíaca es una patología relativamente nueva, o mas bien vuelta a descubrir, ya que los primeros informes en los cuales se citan datan de 1980. En cualquier caso, los síntomas desaparecen cuando se sigue una dieta libre de gluten, y reaparecen al volver a introducir este elemento en la misma.
Intolerancia a la fructosa
La fructosa es un hidrato de carbono simple, o azúcar, que se encuentra de manera natural en la fruta, vegetales y en la miel. Su fórmula es la misma que la de la glucosa, la cual es la forma en que nuestros músculos consumen los hidratos de carbono que ingerimos para la obtención de energía, pero difieren en su estructura.
Antes de nada, debemos hacer una distinción entre dos posibles problemas diferentes que se pueden dar. Por un lado, se puede padecer la intolerancia a la fructosa propiamente dicha y, por otro lado, se puede padecer lo que se llama malabsorción de la fructosa.
Esta última se debe a que ciertas personas son incapaces de asimilar o absorber este elemento cuando se encuentra en el intestino delgado.
La malabsorción de la fructosa puede aparecer a cualquier edad, tanto en niños como en adultos, y sus síntomas variarán en función de la cantidad de fructosa ingerida y de la persona. En cualquier caso, los más comunes son la excesiva producción de gases, hinchazón abdominal, cólicos y diarreas. En el caso de padecer diarreas durante un tiempo prolongado, es posible que se produzca una pérdida de nutrientes, principalmente zinc, hierro, calcio y vitaminas C y E.
Si hablamos de intolerancia a la fructosa, debemos saber que se trata de una patología genética hereditaria, la cual afecta a 1 persona de cada 20.000. En este caso, las personas que ingieren fructosa la absorben mediante las células intestinales, pero su organismo no es capaz de metabolizarla de manera adecuada porque carecen de una determinada enzima: la fructosa-1fosfato-aldolasa.
A consecuencia de esto, en el organismo de dichas personas se produce la acumulación progresiva de una sustancia derivada de la degradación de la fructosa que resulta tóxica, y cuyos principales efectos son la falta de ganancia de peso en niños en estado de crecimiento, vómitos, problemas hepáticos, hipoglucemia, ictericia y deshidratación.
Al tratarse de una patología genética, estos síntomas aparecerán de forma temprana durante la niñez, en el momento en que se empiezan a introducir alimentos en la dieta como las frutas y las verduras, por lo que un diagnóstico a tiempo resultará de gran ayuda para comenzar a confeccionar una dieta adecuada.
Intolerancia a la sacarosa
La sacarosa es el azúcar común o azúcar de mesa que empleamos normalmente. Se trata del edulcorante más utilizado en alimentación, y también se encuentra presente de forma natural en determinados alimentos y vegetales como la caña de azúcar (de la cual se extrae), en la remolacha azucarera, o en la miel.
La intolerancia a la sacarosa se debe a la falta de determinadas enzimas (en concreto, la enzima digestiva sacarasa isomaltasa) y proteínas necesarias para su correcta digestión. Cuando digerimos la sacarosa se produce su descomposición en glucosa y en fructosa, por lo que, una persona que no padezca intolerancia a la sacarosa, pero sí padezca malabsorción de la fructosa, podría presentar los síntomas asociados a ella.
La enzima sacarasa isomaltasa se encarga de metabolizar los azúcares en nuestro estómago de forma que impide su fermentación. Esta enzima se genera en el intestino delgado y, en el caso de permanecer ausente, o de que su nivel sea más bajo del considerado normal, provocará diversos problemas en nuestro organismo, entre ellos el crecimiento del hongo candida (un tipo de hongo que todos poseemos en una determinada cantidad, de forma que si se mantiene este nivel no genera ningún tipo de problema) en el estómago debido a la elevada presencia de azúcar en el mismo.
¿Qué síntomas va a presentar una persona intolerante a la sacarosa? Entre los más comunes encontramos la formación de excesivos gases y flatulencias, estreñimiento o diarrea, náuseas y vómitos, heces flotantes con demasiada mal olor, hipoglucemias y frecuentes dolores de cabeza, y micosis a consecuencia del aumento del hongo candida.
Este problema puede deberse a diversas causas, como puede ser la herencia genética, por envejecimiento, o por el padecimiento de alguna patología concreta como el síndrome del colon irritable.
Debido a la similitud que presenta con otras patologías, como pueden ser la enfermedad celíaca o diversas intolerancias (como hemos podido comprobar, los síntomas de todas las intolerancias explicadas en este artículo no difieren mucho unos de otros), la mejor forma de diagnosticar esta intolerancia es mediante un test de hidrógeno expirado, el cual consiste en controlar la cantidad de hidrógeno que expiramos en el aire durante el proceso de respiración. Para ello se requiere seguir un protocolo cuya duración abarca las 24 horas previas a dicho test, primeramente, se deberá seguir una dieta específica durante 12 horas y, posteriormente, durante las 12 horas restantes, permanecer en ayunas.
Intolerancia al huevo
La intolerancia al huevo se da cuando el organismo es incapaz de digerir de manera adecuada algunas sustancias presentes en la proteína huevo, de forma que son tratadas como una especie de invasor. Estos problemas se dan cuando se ingiere una cantidad notable de huevo, por lo tanto, se pueden consumir platos en los que este forme parte de los ingredientes en una proporción relativamente pequeña.
También se debe hacer mención a que la mayoría de las personas intolerantes al huevo lo son a la clara (la albúmina), mientras que un número mucho más pequeño lo son a la yema (feto).
Una vez más, los síntomas más frecuentes asociados a este tipo de intolerancia son el exceso de gases intestinales, hinchazón abdominal, dolores estomacales y náuseas y vómitos.
Resulta conveniente saber las formas en las que puede aparecer etiquetado el huevo, o alguno de sus componentes, cuando forma parte de algún producto alimenticio: albúmina, livetina, emulsificante, ovomucina, ovomucoide, ovovitelina, vitelina, liteina, lisozima o lectina (a excepción de la soja).